La relación entre conducta alimentaria humana y medio ambiente es fundamental en esta problemática.
¿Por qué? La obesidad afecta la salud actual y futura del niño. Se sabe que los chicos obesos tienen altísimas chances de ser adultos obesos y, por lo tanto, tienen más riesgo de conllevar patologías crónicas relacionadas, como diabetes o enfermedad cardiovascular. El exceso de peso puede además interferir con el rendimiento escolar, las actividades sociales y la calidad de vida.
Tan grave es la situación que en 2014 la OMS creó una Comisión para Acabar con la Obesidad Infantil, que a fines de enero presentó su informe final a la Directora General de ese organismo.
Entre otras cuestiones, se resaltó que ninguna intervención por sí sola puede detener el aumento de la creciente epidemia de obesidad y que para enfrentarla en niños y adolescente es fundamental tener en cuenta el medio ambiente en el que crecen los chicos y las tres etapas críticas en el ciclo de la vida: la preconcepción y el embarazo de la mamá; la lactancia y la primera infancia; la infancia mayor y adolescencia. Lo que ocurra en esos períodos será determinante de la salud futura; por eso a ellos hay que dirigir cualquier intervención preventiva.
Enfrentar el problema
Suponer que los responsables de la obesidad son únicamente aquellos que la llevan adelante es una hipótesis tan obsoleta como peligrosa. De hecho, esa concepción de la salud pública explica los niveles que alcanzó esta patología en las últimas décadas.
Hoy la ciencia considera que la obesidad es multicausal. Es decir que, para que se desarrolle, entran en juego componentes personales, sociales y del entorno. Así es como las estrategias para su prevención no pueden sólo estar dirigidas al individuo.
Claramente, la prevención y el tratamiento de la obesidad requieren de políticas gubernamentales que involucren a todos los sectores. La clave está en tomar la decisión y encarar iniciativas concretas con un liderazgo claro. Para esto es imprescindible, por ejemplo, contar con un buen sistema de monitoreo que permita hacer una evaluación permanente de la prevalencia de la obesidad y los efectos de las intervenciones, en vez de tener un dato aislado cada 5 o 10 años, cuando se decide realizar alguna encuesta nacional.
Para estar a la altura del desafío que implica la obesidad y las patologías crónicas asociadas deberían diseñarse acciones a nivel poblacional, con intervenciones transversales, con compromiso de todos los actores (desde los medios, la agroindustria y los sistemas de salud, hasta la Academia, los sistemas educativos y los decisores económicos), sostenible en el tiempo más allá de los avatares políticos y con una relación costo-beneficio favorable.
Fuente de información e imágen: http://www.clarin.com/buena-vida/nutricion/Claves-combatir-obesidad-infantil_0_1544845596.html